domingo, 23 de diciembre de 2012

Enseñanza de lenguas e interculturalidad

Víctor M. Castel, Estela Klett y Ana M. Filippini, eds. (2012)



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lunes, 17 de diciembre de 2012

Reflexiones en torno a la Shoa :  Problematizar a la historia a partir de Enzo Traverso y Dominik Lacapra

Adrián Almirón

  Durante el siglo XX el proceso conocido como la Shoa  o Holocausto ha transformado la humanidad de forma absoluta. Muchos fueron los interrogantes filosóficos, políticos y epistemológicos que se realizaron tras descubrir que el proyecto moderno había facilitado tremendo hecho sobre la comunidad judía. Los caminos que se abrieron en torno a este hecho generaron interrogantes de cómo plantear la investigación científica sobre este hecho en particular. Fue  Raphael Lempkin quien en 1943   forjo el concepto de genocidio pensando en el caso armenio, este fue  un jurista de origen judeopolaco exiliado en Estados Unidos y en 1948 este concepto es tomado por la ONU en una resolución extremadamente sintética tendiente a definir y a perseguir una serie de actos que la corte Penal de Nuremberg ya había incluido en su estatuto, tres años antes, bajo la categoría de “crímenes de lesa humanidad”.

  Desde la publicación del concepto de genocidio,   ha generado múltiples interpretaciones de diversos procesos contemporáneos e históricos para asimilarlos a la Shoa.  También esto llevo a la discusión de los particularismos y  la universalidad que tiene la Shoa,  esto hasta el día de hoy propone fuertes revisiones en torno a cómo debemos entender los procesos  históricos.  Uno de los inconvenientes que presento este concepto fue su carácter extensivo.

   Enzo Traverso en su obra “La Historia como campo de Batalla” el autor problematiza diversos aspectos que son centrales para abordar el siglo XX y entre ellos la Shoa es uno de los puntos centrales, en este sentido Traverso sostiene que Lempkin al hacer extensivo su concepto sobre genocidio  asimila a procesos como etnocidio y la depuración étnica, poniendo en un mismo plano el exterminio físico, la destrucción de su identidad cultural y su deportación.  Asimismo la resolución de 1948, define al genocidio de manera reductora, excluyendo de su ámbito cualquier violencia de naturaleza puramente política. 
  
  Por otra parte, sostiene Traverso que para el historiador entender estos procesos, le cabe la responsabilidad de no formular sentencias de culpa o inocencia, sino tratar de interpretar una época y unos acontecimientos, problematizándolos, reconstruyendo su perfil, captando sus causas y su dinámica, penetrando en el universo mental de sus actores. 
  
  En la actualidad el concepto ideado por Lempkin a generado discusiones, reinterpretaciones de procesos que no fueron  considerados como tal, en  nuestro país  Daniel Feierstein   ha reelaborado e interpretado nuestro pasado reciente, posibilitando la comparación entre el régimen Nazi y el gobierno militar. 

  Si bien, muchos sostienen que las distancias son innumerables, la principal problemática tratada por Feirstein es el genocidio como practica social, como un elemento más dentro de la configuración de la sociedad moderna, de allí que podríamos pensar en Loic Wacquant   con sus aportes sobre los guetos o en Yehuda Bauer   cuando define  que otros procesos de matanza en donde estén implicados fuerzas centrípetas de poder pueden ser consideradas como genocidios, aunque el caso nazi con la comunidad judía debe ser considerada como un genocidio de carácter total.  Atendiendo a las aclaraciones que realiza Bauer, comprenderíamos con mayor facilidad los trabajos realizados por Diana Lentón prestigiosa investigadora del CONICET que trata sobre  el proceso genocida en Patagonia. 

  No obstante las investigaciones de este tipo en donde se trabaja con matanzas, exclusión, segregación y discriminación generalmente se deben trabajar con fuentes personales o  relatos orales, dado que las fuentes oficiales  tienen un relato sesgado sobre los procesos estudiados.  No  obstante hay un problema  que todo historiador de estos procesos debe tener presente a la hora de llevar adelante estas investigaciones que Dominik Lacapra lo presento en su libro “Historia en tránsito”, y es el trauma.
Este se presenta para el historiador como un  elemento central a tener en cuenta a la hora de generar su producción histórica,  LaCapra menciona

En el trauma histórico, el acontecimiento es puntual y datable. Esta situado en el pasado. La experiencia no es puntual y tiene un aspecto evasivo porque se relaciona con un pasado que no ha muerto: un pasado que invade el presente y puede bloquear o anular posibilidades en el futuro. La denominada memoria traumática traslada la experiencia del pasado al presente y al futuro al revivir o reexperimentar compulsivamente los acontecimientos, como si no hubiera distancia alguna ente el pasado y el presente (p. 83)
  Atendiendo a esto, el historiador debe tener presente que la conformación de este tipo de experiencias traumáticas también lo afectan al investigador,  pudiendo no solo adoptar una posición de empatía absoluta y alejarse de estos procesos que Traverso mencionaba como necesarios para dar un sentido lógico al relato, sino que el relato o las diversas experiencias pueden traumatizar al propio investigador. Un poco de esto,  se  encuentra reflejada en la película  independiente titulada Holocausto, en donde un muchacho tras diversos relatos de sobrevivientes de campos de concentración, decide convertirse en un judío y termina el film  perdido en la ciudad con la vestimenta que se usaba en los  campos de concentración. 
  
  Aunque esta película resulta incoherente y tediosa por momentos, refleja en cierta forma lo mencionado por LaCapra. 
  
  No obstante  el autor también advierte que el trauma puede generar un origen en torno a un presente:
El trauma fundante puede ser la vía para que un grupo oprimido o una persona abusada reclamen su historia, se adueñen de ella y la transformen en fundamento vital más o menos posibilitador en el presente. Pero, dado que empuja a la fijación obsesiva en antiguos padecimientos o dinámicas dudosas, y hasta induce a la re actuación compulsiva de estos, el trauma puede socavar la necesidad de llegar a un acuerdo con el pasado de una manera que atienda constructivamente las demandas y posibilidades existenciales, sociales y políticas del presente (p. 85)
  De esta forma el trauma es clave no solo para entender el pasado sino también para comprender el presente, dado que los hechos trascienden la línea temporal y se encuentra en constante movimiento no solo en los protagonistas, sino también en los hijos, nietos o la comunidad en general.

  Por todos estos motivos, describir procesos que tiene tamaño contenido histórico es difícil de abordarlos, dado que la disputa simbólica en la construcción de los relatos es  determinante para configurar nuevos relatos en el presente. 

  Desde esta mirada quizás se pueda comprender análisis drásticos y provocadores  como los de David Irving o en nuestro país el ultimo recientemente  de Marcos Aguinis comparando las juventudes Hitlerianas con la Campora,  estos intelectuales orgánicos representan lo que no se debe cuestionar,  los que intentan callar y apaciguar al trauma social de determinados grupos sociales abusados por el poder.