Octubre: Una
invitación a leer la conquista de América
de Todorov T.
Prof. Adrián Almirón
Prof. Adrián Almirón
Durante la
década del setenta en la Argentina, se produjo un denso debate en torno a la “Conquista del
Desierto”, si el proceder de este
hecho era justificado o si debía ser
revisado por las características que asumió la campaña. Por su parte los gobiernos militares tiempo después vanagloriarían este hecho
histórico, dado que su presente, a
partir de 1976, no era muy diferente a
ese pasado que estaban rememorando, había que lidiar con un problema: el subversivo.
Durante la campaña del desierto, este se
llamo indígena. Hay muchas claves de la
época que nos pueden brindar una aproximación a estos acontecimientos, nos parece apropiado en este caso, no
traer a citación una frase de un militar
o un político representativo de la época, sino un actor del mundo intelectual como José Luis Borges.
En una entrevista a la revista 7 Días de abril de 1973
Borges respondía la siguiente pregunta:
Periodista.-
¿Quién mató a los indios en la Argentina?
Borges.-
Entre otros, mi abuelo.
Periodista.-
¿Y usted justifica el exterminio de los indios? ¿La forma en que procedió su
abuelo?
Borges.-
Bueno, creo que nosotros hicimos bien en liberarnos de los españoles. España
era un país en decadencia (…) por lo tanto la guerra de independencia se
justifica. Algo parecido sucedió con los indios. Asaltaban las estancias y
había que defenderse. Miren, mi abuelo fue jefe de las tres fronteras: Norte y
Oeste de Buenos Aires, y Sur de Santa Fe. Mi abuela lo acompañó cuatro años y
tuvo ocasión de conversar con Catriel, con Pincén, con muchos caciques: eran
bárbaros; no sabían contar más allá del cuatro. La guerra contra los indios fue
cruel de ambos lados. Pero los españoles primero, y los que conquistaron el desierto
después, representaban la cultura. (…)
Periodista.-
¿Entonces, existiría una violencia permitida (por ejemplo, la que se empleó
contra los indios) y otra condenable como la que le adjudica a sus enemigos?
Borges.-
Si la violencia se utiliza en nombre de la cultura, la admito. Si no, no. Por
eso creo que, con todo, los soldados de la conquista del desierto peleaban por
una cosa más justa que los indios, que lo hacían por nada. Pero me pregunto,
¿por qué insisten tanto en un tema tan exótico como el de los indios?¡Ustedes
parecen bolivianos!
Uno
podría hacer muchas conjeturas y hasta
cuestionarlo duramente a Borges, pero todo lo pensado por él, en realidad forma
parte de una época como la que se estaba llevando adelante una revisión de los hechos históricos. Sin embargo, creemos que lo que sustenta el
hilo conductor del pequeño fragmento de entrevista a Borges es el completo
desconocimiento del otro. A Borges la
otredad indígena era similar al salvajismo,
la barbarie misma, a la cual es mejor someter por la fuerza hasta el
exterminio antes que poder comprenderlo.
No hay duda que parte de esta comprensión era una justificación llevada
adelante por su parentesco, no obstante, hay en esta idea generada en Borges
una suerte de silenciar dicho acontecimiento histórico. Si bien es cierto, la
conquista del Desierto no es un acto fundacional para nuestro país (como otros
genocidios si lo fueron), es interesante
de que la conquista fue el final de un relato de fuerza y pugna que se había
llevado desde hace tiempo, desde la formación del virreinato mismo a través de
alianzas, pactos y acuerdos.
El hecho interruptor de este caso fue la
conquista del desierto llevada adelante por Rosas en el Sur de Buenos Aires. No
obstante la apariencia de una paz, en realidad formaba parte de las estrategias
de un poder nacional que no se terminaba de consolidar. Por ello es interesante
pensar, el pacto-acuerdo-colonización-misiones como un fenómeno propio de la
guerra entre la cultura blanca y los indígenas. Sin
embargo, dado que conocemos el derrotero que tomaron los hechos, nos queda la pregunta de cómo podemos
rastrear el fenómeno de la relación con ese “otro”. Indudablemente el etnocentrismo
que se comienza a dibujar en los cuerpos indígenas con una cultura
cristiana-occidental, llega con los pies de Cristóbal Colón. Tal vez América
Latina ya fue capturada en las palabras de Rodrigo de Triana “Tierra a la
Vista” para ser transformada.
Una obra que nos parece apropiada para
problematizarla en el aula con los chicos/as es el trabajo de Tzvetan Todorov,
“La conquista de América. El problema del otro”, obra que se ha convertido en un clásico para
abordar este tipo de temáticas. El trabajo representa una sistematización de la ocupación de América, pero asimismo
comienza a preguntarse por las
relaciones culturales que se establecieron entre ambos grupos. Obviamente la posición central en su tejido
narrativo, se posicionara en lo que hicieron el conjunto de nosotros a esos
otros.
El capítulo de la obra que contiene
mayor riqueza, puede presentar es el
titulado El conocer. Allí
el autor expone de forma magistral las problemáticas para tratar sobre la
alteridad y deja un esbozo del esfuerzo realizado por Bernardino de Sahagún. Todorov
deja abierta la interpretación sobre el trabajo realizado por este
franciscano de recolección de información sobre los indígenas, el estaba comenzando un diálogo
casi de igual a igual con estos actores. De acuerdo a Todorov en su
gran recolección de información, encuentra una polifonía de voces. Esto implica desde una posición aun etnocéntrica,
conocer al otro.
No
obstante el derrotero de la obra también nos habilita a pensar en clave otros mecanismos de conquista sobre
los indígenas, además de las armas, enfermedades, pactos con tribus
enemigas; el autor pone en juego la comunicación como un rol
decisivo en la victoria de un espacio sin nombre, al cual con el tiempo
llamaremos americano. Una marca
permanente que lleva la naturaleza y la
geografía, se evidencia en este caso el
poder de imponer nombres a espacios que previamente tenían identidad. Sin embargo el primer asentamiento no se da
con las ciudades o los pueblos sino con el croquis pensado para establecerse,
Todorov
menciona en su epilogo
Reconocer la superioridad de los
conquistadores en tal o cual punto no significa que se los elogie; es necesario
analizar las armas de la conquista si queremos poder detenerlas algún día.
Porque las conquistas no pertenecen solo al pasado. ( p 302)
La
advertencia al final de su obra, nos deja a pensar en cómo podemos reconstruir nuestra
imagen con el otro. El diálogo en todo este proceso es clave y si
bien desde las aulas no cambiamos de forma automática los problemas sociales de
la actualidad, el tratamiento de estos con los chicos/as nos habilita a
construir espacios de discusión y debate, para minimizar argumentos
colonizadores y sobre todo poder repensar y dejar de lado, las voces
justificadoras, para que no retomen el
espacio público ni el mundo intelectual.
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